Érase una vez
Mario Benedetti
«De vez en cuando es bueno ser consciente de que hoy, de que ahora, estamos fabricando las nostalgias que descongelarán algún futuro».
Los túneles de huesos, Victoria Schwab
«Parece más feliz, más liviano, después de contar su historia. Yo me siento un poco más pesada después de escucharla, pero está bien. Así funciona la amistad: aprendes a compartir la carga».
El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde
«La tragedia de la vejez no es ser viejo, sino haber sido joven».
Siempre será diciembre, Wendy Davies
«Esta historia empieza por el final. Y no por un final cualquiera: por un final infeliz. Un final en el que nadie come perdices. Un final de esos que nadie quiere recordar, que se convierte en una mancha borrosa que todo el mundo finge no ver. Un final relleno de palabras aplastadas por secretos. Palabras aplastadas por palabras. Y por silencios.
Cuando el cuento acabó, la reina se marchó; sin brujas, ni hechizos, ni maldiciones. Se fue porque sí, se fue sin más. Murió con tierra de por medio en lugar de con tierra sobre ella. Las preposiciones también importan. Los cuatro hijos, la hija y el rey murieron también. Muertos en vida, de por vida, entre vida. Las sombras se cernieron sobre ellos. Estaban desolados.
Se fueron los cuentos.
Se fueron los besos. Y los abrazos. Y las sonrisas.
Se fue el amor.
Se fue una parte de ellos que jamás volvieron a recuperar.
Les robaron, y el seguro no los indemnizó porque solo cubría las paredes de aquella casa.
Nadie restituyó sus corazones en ruinas».
Escribir bien: O cómo fracasar mejor en el arte de la escritura, Isaac Belmar
«Abandona la necesidad de agradar y de escribir lo que crees que quieren otros. Para empezar, porque no tienes ni idea de lo que quieren otros, aunque creas que lo sabes».
Cien años de soledad, Gabriel García Márquez
«… recordaran siempre que el pasado era mentira, que la memoria no tenía caminos de regreso, que toda primavera antigua era irrecuperable, y que el amor más desatinado y tenaz era de todos modos una verdad efímera».
Como agua para chocolate, Laura Esquivel
«Mi abuela tenía una teoría muy interesante, decía que si bien todos nacemos con una caja de cerillas en nuestro interior, no las podemos encender solos, necesitamos oxígeno y la ayuda de una vela. Solo que en este caso el oxígeno tiene que provenir, por ejemplo, del aliento de la persona amada; la vela puede ser cualquier tipo de alimento, música, caricia, palabra o sonido que haga disparar el detonador y así encender una de las cerillas. Por un momento, nos sentiremos deslumbrados por una intensa emoción».
La casa de los espíritus, Isabel Allende
«Esa noche creí que había perdido para siempre la capacidad de enamorarme, que nunca más podría reírme ni perseguir una ilusión. Pero nunca más es mucho tiempo».
El penúltimo sueño, de Ángela Becerra
«Cuando ella lo miró no supo devolverle la mirada. Había olvidado como se acariciaba el alma desde los ojos».
«Cuando sientas que el alma te aletee por el cuerpo buscando una salida, cuando el corazón cabalgue en tu garganta y te ahogue de alegría, cuando te invada la certeza de estar vivo y de ser especial, es que has encontrado el amor».
«Aquí estoy. Nunca me fui. Antes de ti, no era. Después de ti… solo nos queda el somos».