Letras del corazón
Mi nombre es Bruno, y déjame decirte que fuí el lomito más feliz durante mi paso terrenal a este mundo. 12 años que rememorando ahora en mi lecho de muerte volveria, sin lugar a dudas, a volver a vivir, sí, con el dolor incluido también. Raro, ¿no? La verdad es que no, y es que no tendrías ni porqué saberlo pero fue precisamente ese hecho, diablos, ¿existen personas que en el dolor ajeno encuentran placer? Al final no fue en esta vida —ni en la otra, imposible— que lo entendí. Esperen, que me he desviado del tema, después de todo soy un simple perro.
Pero como apuntaba ya fue precisamente la desdicha del hombre la que al hacerme "merecedor" de su descarga iracunda de ira la que me llevó a desear no partir todavía. Ahi, en medio de la calle a pleno atardecer y bajo los estragos de un cielo que también desahoga sus pesares es que lo ví. Sabías que después de la lluvia y un poco de sol, un ángel baja del paraíso, los arcoiris son clara evidencia de ello.
Ojalá tener los ojos humanos para apreciar tan bellos colores —nada contra la escala de grises—, por favor, quien sea que me esté viendo, permítame vivir mi otra vida en los pies del hombre. Quizá haya sido tan fiel que pueda verlo de nuevo, oír su voz y por primera vez poder hablarle, que me entienda plenamente y no malinterprete mis ladridos, muy rica la comida, gracias, pero solo queria decirte que mis amigos esperan a por mí, he quedado con ellos de visitar a los nuevos cachorros de la cuadra.
Es curioso como de un momento a otro, ladrar ya no trae consigo horas, dias eternos de dolor, ni sollozar me estaba permitido. O poder simplemente respirar, la cadena impedía el paso del aire y su peso mi movimiento. Fue cuando lo conocí que supe el porqué de ello, atravesaba un fuerte cuadro de desnutrición, un milagro el que siguiera vivo.
A ti que estás leyendo esto, por los perritos que han partido y nunca conocieron la bondad de una caricia, el amor en el paseo o alimentación, no todo está perdido, somos tan nobles que aún despues de casi todo podemos perdonar y brindarte la mejor de las compañías, aquel amigo que te escucha sin juzgar nada —lo hacemos de hecho, que lo entiendan ya es otra cosa—, aquel ser condicional que nunca te dejará solo. Porque en los últimos días también se puede ser feliz.
by Nay Cruz